Visita al " EREN "
El día 3 de abril los alumnos/as del CFGS "Proyectos de Edificación" visitan el "EREN" ( Ente Regional de la Energía ).
Se trata de un edificio referente en cuanto al máximo rendimiento, ahorro y aprovechamiento energético con vistas a conseguir una optimización de las instalaciones, una reducción de la demanda energética y un ahorro significativo en el consumo de la energía.
En el corazón de cada restaurante, donde las brasas chispean, el aceite burbujea y los hornos trabajan a máxima potencia, existe un guardián silencioso que no descansa: el sistema de extinción automática para restaurantes. Este mecanismo no es un lujo ni un detalle ornamental; es la diferencia crucial entre mantener abiertas las puertas del negocio o enfrentarse a pérdidas irreparables.
Las cocinas industriales están diseñadas para la eficiencia, pero la combinación de altas temperaturas, aceite caliente, acumulación de grasa en campanas extractoras y fuegos abiertos convierte cualquier despiste en un riesgo potencial. En espacios reducidos y con un ritmo frenético, un incendio puede propagarse en cuestión de segundos, poniendo en peligro tanto las instalaciones como la vida del personal.
Por esta razón, la legislación vigente obliga a instalar sistemas de extinción automática en campanas extractoras industriales. No se trata únicamente de evitar sanciones: el fuego no espera. En cuestión de minutos, puede transformar una cocina perfectamente operativa en un desastre total.
Invertir en sistemas de extincion automatica en cocina garantiza que el sistema actúe incluso antes de que el personal pueda intervenir, ofreciendo una protección constante y silenciosa.
Estos sistemas son mecanismos inteligentes y autónomos que detectan incrementos anormales de temperatura o la presencia de llamas. Al activarse, liberan un agente extintor –ya sea químico o húmedo– que neutraliza el fuego en su punto de origen. La rapidez es su principal virtud: actúa de manera inmediata sin depender de la intervención humana.
El sistema automatico de extincion de incendios en cocinas está especialmente diseñado para cocinas profesionales, calibrado con precisión quirúrgica para minimizar daños y evitar reactivaciones. No se trata de un extintor común ni de un mecanismo genérico: es un sistema pensado para proteger la integridad de los equipos y garantizar la continuidad del negocio.
Así, asegurar que cada horno, freidora o sartén esté protegido es sinónimo de salvaguardar tanto la inversión material como la reputación del restaurante. No se trata solo de apagar un fuego; se trata de garantizar que la paella, el pulpo a la gallega o el solomillo no se conviertan en víctimas del desastre.
Las campanas extractoras no solo extraen humo; también acumulan grasa que, con el tiempo, se convierte en un combustible extremadamente inflamable. Una chispa puede encenderla en segundos, y si el sistema de extinción no actúa de inmediato, el incendio se propagará rápidamente.
Por ello, es imprescindible confiar en soluciones técnicas fiables y en profesionales cualificados para su instalación. La elección adecuada del sistema de extinción puede marcar la diferencia entre un susto sin consecuencias y un incendio que obligue a cerrar el restaurante. Más información sobre cocinas industriales y sus riesgos puede ayudar a entender la magnitud de la protección necesaria.
La normativa en España establece que todas las cocinas industriales deben contar con sistemas automáticos de extinción certificados. Incumplir esta obligación no solo supone multas o clausuras, sino que también expone a los trabajadores y clientes a riesgos innecesarios. Además, las aseguradoras requieren estas medidas para cubrir posibles siniestros; sin ellas, las indemnizaciones pueden ser denegadas, dejando la responsabilidad legal al propietario.
La importancia de un sistema de extinción automática no se limita a la hostelería. Las cocinas escolares, que también manejan altas temperaturas y aceite, requieren la misma precisión y fiabilidad. Garantizar la seguridad en estos espacios protege no solo la infraestructura, sino la vida de los niños y personal educativo, demostrando que la prevención es un principio universal en entornos de cocina profesional.
Un sistema de extinción automática es tan efectivo como su instalación y mantenimiento. La calibración debe realizarse según el tipo de cocina, la cantidad de equipos y el flujo de trabajo. El mantenimiento periódico asegura que todos los componentes, desde sensores hasta agentes extintores, funcionen correctamente. La negligencia en esta área puede reducir significativamente la capacidad del sistema para responder a un incendio.
Contrario a la percepción de gasto, instalar un sistema de extinción automática es una inversión estratégica. Protege activos materiales e inmateriales, asegura continuidad operativa, evita sanciones legales y refuerza la imagen de profesionalidad ante clientes y autoridades. La seguridad no es un lujo; es un pilar fundamental de cualquier establecimiento que aspire a perdurar en el tiempo.
Hoy en día, los sistemas de extinción automática incorporan tecnologías avanzadas: detección por infrarrojos, sensores de humo y calor de alta precisión, y agentes extintores que minimizan daños colaterales. Estas innovaciones permiten actuar de manera más rápida, con menos intervención humana y reduciendo al mínimo la interrupción de la actividad culinaria.
La integración de estos sistemas en cocinas modernas, tanto de restaurantes como escolares, asegura que el fuego se gestione antes de convertirse en un problema mayor. La protección es inteligente, autónoma y adaptada a cada entorno.
El sistema de extinción automática para restaurantes es mucho más que un requisito legal: es una inversión en seguridad, tranquilidad y continuidad operativa. Desde las campanas extractoras hasta los hornos, cada elemento de la cocina puede ser protegido con tecnología avanzada que actúa en segundos. Además, su importancia se extiende a cocinas escolares, donde la prevención es vital para proteger vidas jóvenes.
Garantizar que cada instalación esté equipada con sistemas certificados y mantenidos regularmente no solo evita pérdidas materiales y sanciones, sino que protege lo más valioso: las personas y la reputación del negocio. En un mundo donde la hostelería y la educación requieren profesionalidad y responsabilidad, no se puede comprometer la seguridad. Confiar en sistemas de extinción automática es, sencillamente, la decisión más inteligente y estratégica.
En tiempos en los que la seguridad parece a menudo relegada a un segundo plano, los extintores se convierten en protagonistas silenciosos. Entre ellos, destacan dos modelos que generan debate: los extintores de CO2 y los extintores ABC. Diferentes, complementarios y, sin embargo, indispensables en colegios, institutos, oficinas o viviendas. Porque, no nos engañemos, hablar de fuego es hablar de riesgos, pero también de prevención.
Hoy, más que nunca, los centros educativos están obligados a reforzar sus medidas de seguridad. La combinación de laboratorios de química, cocinas escolares, instalaciones eléctricas y zonas de almacenamiento convierte a los colegios e institutos en espacios con potenciales focos de incendio. No basta con cumplir la normativa; es imprescindible ir un paso más allá y garantizar que los equipos de protección contra incendios sean los adecuados. Aquí es donde la disyuntiva entre extintores CO2 vs extintores ABC cobra una relevancia incuestionable.
El extintor de CO2 —dióxido de carbono— es el especialista frío, calculador y silencioso. No deja residuos, no moja, no ensucia. Su mecanismo es sencillo: al descargarlo, desplaza el oxígeno y enfría el área afectada, sofocando al instante fuegos eléctricos y los provocados por líquidos inflamables (Clase B). Imaginemos una sala de ordenadores de un instituto: un fallo eléctrico, un chispazo, y el incendio se enciende. Aquí, el CO2 es la única respuesta eficaz.
En entornos educativos, donde la tecnología es omnipresente, desde pizarras digitales hasta servidores informáticos, contar con un extintor co2 a mano no es opcional: es obligatorio. Porque cada minuto cuenta, y cada segundo perdido puede ser la diferencia entre un susto controlado o una evacuación masiva.
Si el CO2 es especialista, el extintor ABC es el generalista. Su polvo químico seco tiene la capacidad de sofocar fuegos de Clase A (sólidos como papel o madera), B (líquidos inflamables) y C (gases combustibles). Es, por tanto, un aliado imprescindible en colegios e institutos, donde la diversidad de escenarios de riesgo es amplia: desde papeleras encendidas hasta fuegos en cocinas escolares.
Su versatilidad lo convierte en el preferido para zonas comunes y pasillos. A diferencia del CO2, sí deja residuos —ese polvo blanco tan característico—, pero su capacidad de acción rápida lo convierte en un seguro de vida. Y es que la eficacia pesa más que la estética cuando lo que está en juego es la integridad de cientos de estudiantes y docentes. No en vano, contar con un extintor ABC bien ubicado puede frenar un desastre en cuestión de segundos.
Conviene recordar que un extintor, por sí solo, no garantiza la seguridad. Es apenas una pieza del engranaje que forma la protección activa contra incendios. Detectores de humo, sistemas de alarma, hidrantes y planes de evacuación forman parte de un todo que debe estar engrasado y operativo. En un colegio, no basta con tener el extintor colgado en la pared: hay que asegurarse de que los alumnos y el personal sepan cómo utilizarlo, y que se realicen simulacros de forma periódica.
La normativa actual exige revisiones periódicas, pero la responsabilidad va más allá de un trámite. Un extintor caducado, descargado o mal ubicado es un adorno, no un dispositivo de seguridad. Por eso, la concienciación es tan importante como el propio equipo. Enseñar a los más jóvenes cómo funciona un extintor no solo los prepara para una emergencia, también los educa en prevención y responsabilidad.
No se trata de elegir entre uno u otro, sino de entender que en los centros educativos deben convivir. El extintor CO2 es insustituible en aulas de informática o laboratorios, donde la electricidad manda. El extintor ABC es imprescindible en pasillos, despachos y cocinas escolares, donde los materiales combustibles abundan. Solo su combinación garantiza una protección integral.
La seguridad de un colegio o instituto no puede depender de un único tipo de extintor. Es la coexistencia, la complementariedad y la correcta distribución lo que marca la diferencia entre un riesgo controlado y una catástrofe. Y es aquí donde las direcciones de los centros tienen un papel crucial: invertir en equipos adecuados y en su mantenimiento constante.
Un extintor no es eterno. Debe revisarse al menos una vez al año por personal autorizado y someterse a pruebas de presión y operatividad. Además, es necesario formar al personal del centro: un extintor sin conocimiento es como un libro cerrado en la estantería, inútil en el momento clave.
La cultura preventiva debe formar parte del día a día de los colegios. Que los alumnos sepan cómo actuar en caso de incendio es tan vital como aprender matemáticas o historia. La educación en seguridad es, al fin y al cabo, educación para la vida.
Al hablar de extintores CO2 vs extintores ABC, no buscamos elegir a un ganador. Ambos tienen un papel definido, claro y complementario. El CO2, preciso y limpio; el ABC, versátil y contundente. Juntos, representan la mejor defensa ante el fuego en un colegio, un instituto, un negocio o un hogar.
La verdadera victoria está en anticiparse al riesgo, en disponer de los equipos correctos y en mantenerlos operativos. Porque cuando el fuego aparece, no hay margen para improvisar. Y en el tablero de la seguridad contra incendios, cada decisión cuenta.
Hay decisiones que definen el pulso de una cocina profesional. No hablamos del sabor, ni del aroma que inunda el aire cada mediodía, sino de lo que permanece firme bajo el peso del trabajo diario: las mesas de acero inoxidable. En el corazón de un restaurante —o de una escuela donde la higiene y la seguridad alimentaria son sagradas—, el mobiliario no es un detalle: es una declaración de principios. Y en esa declaración, el acero inoxidable se ha ganado un lugar de honor.
En un tiempo donde la sostenibilidad y la durabilidad son tan importantes como la estética, elegir el tipo correcto de acero inoxidable no es una cuestión menor. En este artículo desentrañamos la pregunta que ronda las cabezas de chefs, jefes de mantenimiento y responsables de compras: ¿Cuál es el mejor acero inoxidable para fabricar una mesa de trabajo de cocina profesional?
En el bullicio de una cocina —ya sea un restaurante de alta cocina o un comedor escolar—, el acero inoxidable no es un lujo, sino una necesidad. Su resistencia a la corrosión, su fácil limpieza y su capacidad para soportar el calor sin deformarse lo convierten en el material rey de la hostelería. Pero, más allá de su superficie brillante, se esconde una ciencia de aleaciones, números y propiedades que determinan su comportamiento y longevidad.
Las cocinas escolares, en particular, han elevado el listón en los últimos años. Allí donde se alimenta a cientos de alumnos cada día, el mobiliario de hostelería de acero inoxidable no solo debe resistir el paso del tiempo, sino garantizar un entorno higiénico, seguro y fácil de mantener. Por eso, entender qué tipo de acero elegir no es una decisión técnica: es una inversión en salud y confianza.
Aquí entra en juego una de las decisiones más relevantes para cualquier gestor de cocina profesional: el tipo de acero con el que se fabrican las mesas acero inoxidable. Un pequeño número en la aleación puede marcar la diferencia entre una mesa que envejece con dignidad y otra que se oxida antes de tiempo.
Hablemos con claridad. El acero inoxidable 430 y el acero inoxidable 316 son los grandes contendientes en el terreno del mobiliario de hostelería. Ambos tienen sus virtudes, ambos defienden su terreno, pero no sirven para los mismos escenarios.
El acero inoxidable 430 es el aliado de los negocios prácticos. Robusto, económico y con una buena resistencia a la oxidación, se utiliza habitualmente en cocinas de ritmo rápido o espacios donde la exposición al agua o los ácidos no es extrema. Es magnético, fácil de moldear y, sobre todo, asequible. Sin embargo, su punto débil está en los ambientes con alta humedad o contacto frecuente con alimentos ácidos.
El acero inoxidable 316, en cambio, juega en otra liga. Con molibdeno en su composición, ofrece una resistencia superior a la corrosión, incluso frente a la sal, los ácidos y los detergentes agresivos. Este acero es el preferido de los restaurantes de alta gama, hospitales o comedores escolares donde las normas sanitarias exigen una perfección impoluta. No se oxida, no se mancha y se mantiene estable incluso tras años de uso intensivo.
En las cocinas escolares, donde el ritmo es constante y la limpieza debe ser absoluta, la elección del acero se vuelve una cuestión de responsabilidad. Un material que no se oxide con facilidad, que soporte limpiezas diarias con desinfectantes potentes y que no libere partículas nocivas es esencial. En este contexto, el acero inoxidable 316 brilla con luz propia.
Su composición lo hace ideal para zonas donde el contacto con líquidos, vapor y productos ácidos es habitual. Además, su durabilidad reduce la necesidad de reemplazos frecuentes, contribuyendo a una gestión más sostenible del mobiliario y, por ende, del presupuesto público.
En cambio, el acero inoxidable 430 puede ser suficiente para superficies auxiliares o espacios de preparación de alimentos fríos. Su equilibrio entre coste y rendimiento lo convierte en un candidato válido para proyectos de gran escala, siempre que se cuide su mantenimiento y se evite el contacto prolongado con humedad o ácidos.
Por eso, cuando un gestor de instalaciones se plantea renovar o ampliar su cocina, conviene mirar más allá del precio y entender la vida útil real de una mesa de acero inoxidable. Lo barato, en cocinas profesionales, a menudo sale caro.
Una mesa de trabajo no es solo una superficie: es el escenario donde se construye la excelencia culinaria. En hostelería, su durabilidad marca la diferencia entre un servicio fluido y un desastre operativo. El acero inoxidable 316 ofrece una durabilidad casi inquebrantable. Resiste la corrosión, el calor y el uso continuo sin deformarse ni perder su brillo. Además, su mantenimiento es sencillo: basta con agua caliente, detergente neutro y un paño suave.
El acero inoxidable 430, aunque más sensible a los ambientes agresivos, sigue siendo una opción válida si se le brinda el cuidado adecuado. Es ideal para zonas secas o de preparación intermedia, y su acabado brillante aporta una estética limpia y profesional.
Ambos tipos, bien utilizados, pueden convivir en una misma cocina profesional, optimizando recursos sin sacrificar calidad ni imagen. Y es que el mobiliario de acero inoxidable no solo se elige por su funcionalidad: también comunica orden, higiene y compromiso con la excelencia.
Este equilibrio entre rendimiento, estética y durabilidad es el que define a los profesionales de la hostelería moderna. Ya no basta con que una mesa soporte peso; debe hacerlo con elegancia, con resistencia y con la garantía de que su superficie es tan segura como duradera.
Cuando se planifica la compra de mobiliario, el precio suele ser el primer filtro. Pero en realidad, el coste real está en el tiempo que ese equipo aguanta en servicio. El acero 316 puede suponer una inversión inicial más alta, pero su resistencia a la oxidación y su larga vida útil reducen los gastos de mantenimiento y sustitución. En cambio, el acero 430 puede ser ideal para quienes buscan optimizar presupuestos iniciales, con la condición de una limpieza constante y cuidadosa.
La elección, en última instancia, debe basarse en el uso. Una cocina de restaurante con alta producción de alimentos húmedos o ácidos agradecerá la robustez del 316. Una cafetería o comedor de colegio con tareas más ligeras, probablemente, funcionará sin problemas con 430. Pero en ambos casos, la elección correcta determinará no solo la durabilidad del mobiliario, sino la eficiencia del trabajo diario.
Elegir el mejor acero inoxidable no es una cuestión de estética, sino de estrategia. Las mesas de acero inoxidable son el eje central de la cocina profesional, el punto donde se preparan alimentos, se manipulan utensilios y se define la higiene del entorno. Por eso, conocer las diferencias entre el acero inoxidable 430 y el 316 es tan crucial como conocer los ingredientes de una receta perfecta.
En un mundo donde la sostenibilidad, la seguridad alimentaria y la eficiencia son pilares de cualquier cocina profesional —y especialmente en las cocinas escolares—, el acero inoxidable no es una moda: es una necesidad técnica y moral. Porque detrás de cada mesa brillante hay un compromiso con el bienestar, la limpieza y la durabilidad.
Por lo tanto, apostar por el acero adecuado es apostar por el futuro de la cocina. Y en eso, como en la buena gastronomía, los detalles importan.
Hay sonidos que no se olvidan: el timbre del recreo, la campana de salida, el murmullo del aula antes de un examen. Pero hay uno que nadie quiere oír: el estruendo de una alarma de incendio en un colegio. Y, sin embargo, sucede. En los últimos años, los servicios de emergencia han advertido un incremento de pequeños conatos de fuego en centros educativos, muchos de ellos controlados gracias a la rápida intervención y, sobre todo, a los sistemas de protección contra incendios bien instalados.
Entre esos equipos discretos pero esenciales destacan las BIE 45 mm, también conocidas como bocas de incendio equipadas. Son las guardianas invisibles de pasillos, gimnasios y laboratorios, siempre dispuestas a actuar cuando el fuego asoma donde menos se le espera.
La protección contra incendios en colegios e institutos no es un lujo ni un requisito burocrático: es una obligación moral y legal. En un entorno donde cientos de alumnos, profesores y personal conviven cada día, contar con sistemas de extinción fiables puede marcar la diferencia entre un susto y una tragedia. Las BIE 45 mm representan un nivel de respuesta inmediata y segura frente a incendios que podrían propagarse con rapidez, especialmente en zonas con materiales combustibles o laboratorios con equipos eléctricos.
A esta altura, conviene recordar que una BIE 45 mm no es solo una manguera enrollada dentro de una caja metálica. Es un sistema conectado directamente a la red de agua del edificio, capaz de proporcionar un caudal constante y potente, lo que la convierte en la primera línea de defensa ante incendios de mayor envergadura.
La BIE 45 mm se compone de un armario metálico con visor, una manguera semirrígida de 45 milímetros de diámetro, una boquilla de salida y una válvula de control. Su función es permitir al personal del edificio (con la formación adecuada) intervenir inmediatamente antes de la llegada de los bomberos, reduciendo la propagación del fuego.
Su uso es sencillo: se abre el armario, se desenrolla la manguera, se dirige la boquilla hacia el foco del incendio y se abre la válvula. En segundos, el agua a presión fluye con una fuerza constante —unos 200 litros por minuto— suficiente para controlar incendios de clase A, es decir, aquellos originados por materiales sólidos como madera, papel o textiles.
En colegios e institutos, donde los espacios son amplios y la densidad de personas es alta, las BIE 45 mm ofrecen una ventaja clave: su alcance y autonomía. A diferencia de los extintores portátiles, que se agotan tras unos segundos de uso, las BIE suministran agua de forma continua mientras exista presión en la red. Esto permite ganar tiempo, controlar la situación y facilitar la evacuación segura del alumnado.
Además, su instalación está regulada por el Reglamento de Instalaciones de Protección Contra Incendios (RIPCI), que exige su presencia en edificios de pública concurrencia, como los centros educativos. La seguridad, en estos casos, no admite improvisaciones.
Una BIE no se instala al azar. Cada punto de colocación se estudia según la superficie, la estructura del edificio y los posibles focos de riesgo. Debe estar señalizada, accesible y libre de obstáculos. No sirve de nada tener una boca de incendio equipada si está detrás de una pila de sillas o un armario olvidado.
El mantenimiento, por su parte, debe realizarse de manera periódica por empresas homologadas. Se revisa el estado de la manguera, la válvula, el manómetro, el armario y la estanqueidad del sistema. Y aunque el técnico certificado es quien debe firmar la inspección, el personal del centro también puede hacer comprobaciones visuales mensuales para detectar cualquier anomalía.
Algunos piensan que las BIE son complicadas de usar o que solo los bomberos pueden manipularlas. Falso. Con una formación básica y un simulacro anual, cualquier trabajador del centro puede manejar una BIE con seguridad. Su diseño ergonómico y su sistema de válvulas simplifican su operación incluso en momentos de nerviosismo.
Otro mito común es que las BIE sustituyen a los extintores. Nada más lejos de la realidad. Son sistemas complementarios. Los extintores atacan incendios incipientes; las BIE controlan fuegos más desarrollados. Juntas, forman un escudo integral que protege vidas y patrimonio.
Hablar de incendios en un centro educativo no es solo hablar de equipos o normativas. Es hablar de cultura de seguridad. Enseñar a los niños y adolescentes qué hacer ante una alarma, cómo evacuar o cómo avisar a emergencias es parte del aprendizaje vital. Las BIE, los extintores y las señales no son meros accesorios: son herramientas pedagógicas de prevención.
Por eso, cada simulacro, cada revisión y cada charla sobre seguridad es una inversión en tranquilidad. La protección contra incendios empieza mucho antes de que el humo aparezca.
Más allá de su presencia visible en pasillos y zonas comunes, las BIE 45 mm requieren cumplir con parámetros técnicos exigentes:
En numerosos colegios e institutos de España, las BIE 45 mm han demostrado su eficacia. Un ejemplo reciente en un instituto de Valencia: un cortocircuito en el taller de tecnología provocó un pequeño fuego que, gracias a la intervención inmediata de un profesor formado, fue controlado en segundos con una BIE. El fuego no pasó del tablero eléctrico. Los alumnos fueron evacuados sin incidentes. Ese día, una manguera roja fue el héroe silencioso del aula.
En un país donde la educación pública y privada convive bajo un mismo marco normativo, la inversión en protección contra incendios debería considerarse tan básica como la calefacción o la iluminación. Una BIE 45 mm puede permanecer años sin usarse, pero el día que se necesita, su presencia marca la diferencia.
Por eso, mantener las BIE operativas, revisadas y bien señalizadas no es un gasto: es una garantía de protección. En caso de emergencia, no hay segundas oportunidades.
Las BIE 45 mm son, sin duda, una de las piezas más importantes del engranaje de seguridad de cualquier centro educativo. Su correcta instalación, mantenimiento y uso forman parte de una estrategia global de prevención que incluye la formación, la concienciación y la coordinación con los servicios de emergencia.
Porque proteger un colegio no es solo instalar sistemas; es crear una cultura de seguridad que enseñe, desde pequeños, que el fuego no se teme… se previene. Y ahí, las BIE 45 mm siguen siendo las grandes aliadas del futuro.
El rugido de la cafetera al amanecer, el murmullo de las primeras conversaciones y ese aroma que parece detener el tiempo. Abrir una cafetería en 2025 sigue siendo uno de los sueños más románticos del emprendimiento moderno. Pero entre el sueño y la realidad hay un puente que se llama licencia de actividad… y otro, aún más importante, llamado protección contra incendios. Sin ellos, el negocio no abre. Y si abre, no dura.
Porque hoy, más que nunca, los ayuntamientos no conceden licencias a establecimientos que no cumplan con las medidas de seguridad. No es una formalidad burocrática; es una exigencia que salva vidas y evita ruinas. En este artículo desgranamos con precisión y con el tono que requiere la responsabilidad, todo lo que una cafetería debe cumplir para funcionar conforme a la ley y, sobre todo, con sentido común.
Una licencia de cafetería no es un simple papel colgado en la pared. Es la autorización que legitima la existencia de tu negocio ante las autoridades municipales. Sin ella, cualquier café servido es, jurídicamente, una infracción. Esta licencia acredita que el local cumple con las condiciones urbanísticas, higiénico-sanitarias y de seguridad que la normativa exige.
Para obtenerla, los emprendedores deben presentar una serie de documentos: certificado de propiedad o contrato de arrendamiento, planos del local, informe técnico de actividad y, por supuesto, la memoria de protección contra incendios elaborada por un técnico competente. Es aquí donde muchos tropiezan, porque no se trata solo de instalar extintores, sino de diseñar un sistema integral de prevención.
Desde el momento en que se solicita la licencia, los técnicos municipales revisan cada detalle: salidas de emergencia, materiales ignífugos, iluminación, señalética y, por supuesto, el equipamiento de extinción. En cafeterías con maquinaria eléctrica o tostadores, por ejemplo, se recomienda incluir equipos específicos como el extintor co2 5 kg, especialmente indicado para proteger cuadros eléctricos y equipos de cocina.
En 2025, el marco legal de las licencias de cafeterías está más definido que nunca. La normativa de los ayuntamientos se alinea con el Reglamento de Seguridad Contra Incendios en Establecimientos Industriales y el Real Decreto 513/2017, que regula las instalaciones de protección contra incendios. En términos prácticos, toda cafetería debe contar con:
Todo esto no es solo una obligación legal, sino una muestra de profesionalidad. Un negocio que cumple con la ley transmite confianza y reputación. Los clientes lo notan; los inspectores también. Por eso, invertir en seguridad es invertir en imagen.
En el corazón de cualquier cafetería hay calor, electricidad y grasa. Tres elementos que, si no se controlan, pueden convertirse en el peor de los escenarios. Los extintores son la primera línea de defensa ante ese riesgo. Su ubicación, su mantenimiento y su tipo son aspectos regulados por la normativa.
En locales con cocina o maquinaria eléctrica, se recomienda la combinación de equipos de CO2 y polvo polivalente. Este último es ideal para incendios de sólidos, líquidos y gases. Por eso, en muchos proyectos técnicos se incluye el extintor 6 kg, una herramienta esencial y obligatoria en la mayoría de cafeterías de tamaño medio.
No basta con tenerlos colgados. Deben revisarse cada año, estar señalizados correctamente y situarse a menos de 15 metros de cualquier punto del local. Además, el personal debe saber utilizarlos. De nada sirve el mejor equipo si nadie conoce su manejo.
Un local seguro no es aquel que tiene más extintores, sino aquel en el que todos saben cómo reaccionar ante un incendio. Por eso, la formación del personal es un pilar clave. Los cursos básicos de prevención y actuación ante incendios enseñan a identificar riesgos, actuar con rapidez y aplicar los protocolos de evacuación con calma.
El propio Reglamento de Instalaciones de Protección Contra Incendios (RIPCI) obliga a las empresas a garantizar que los trabajadores estén capacitados para usar los medios de extinción disponibles. Esto forma parte de la llamada autoprotección activa, que cada vez más municipios exigen documentar antes de conceder la licencia.
Y es que, si algo nos ha enseñado la experiencia, es que la prevención no es un gasto: es un escudo. Implementar una sólida protección contra incendios no solo evita sanciones o retrasos en la licencia, sino que puede marcar la diferencia entre una anécdota y una tragedia.
La normativa española exige que todas las instalaciones de protección contra incendios sean revisadas por empresas certificadas. Cada elemento —extintores, detectores, bocas de incendio equipadas o sistemas de extracción— debe someterse a un mantenimiento periódico. Los informes de revisión deben conservarse y estar disponibles para inspecciones municipales.
En el caso de cafeterías con cocina industrial o maquinaria de hostelería, es obligatorio instalar sistemas de extinción automática en campanas extractoras y conductos, así como filtros de acero inoxidable ignífugos. Todo debe estar diseñado conforme al Código Técnico de la Edificación (CTE) y al RIPCI.
Además, los materiales de revestimiento del local —desde las paredes hasta el mobiliario— deben cumplir con una clasificación de reacción al fuego adecuada. Un sofá de poliuretano o un techo de madera sin tratamiento ignífugo pueden ser motivo de denegación de licencia.
Tomemos como ejemplo a “El Grano Fino”, una cafetería que abrió en el barrio de Chamberí, Madrid, en 2024. Su dueño decidió invertir un 10% del presupuesto total en medidas de protección contra incendios. Equipó el local con detectores inteligentes, señalización LED y un sistema de extinción automática en la campana. El resultado: licencia aprobada a la primera, sin requerimientos adicionales, y una clientela fiel que percibe el cuidado del detalle.
En cambio, “Café Al Alba”, en Valencia, retrasó su apertura casi cuatro meses por no presentar correctamente la memoria de seguridad. Un fallo en la instalación eléctrica detectado en la inspección final bastó para detenerlo todo. Lección aprendida: no hay burocracia más cara que la improvisación.
Si estás planeando abrir tu cafetería este año, toma nota de estas recomendaciones que pueden ahorrarte tiempo, sanciones y disgustos:
En un sector donde la competencia es feroz, la seguridad se ha convertido en un valor diferencial. Los clientes perciben el orden, la limpieza y la seguridad como señales de confianza. Un local que cumple con la normativa inspira tranquilidad, y esa tranquilidad se traduce en fidelidad.
Por eso, desde el primer plano del proyecto hasta la apertura, debemos entender la protección contra incendios no como un trámite, sino como una promesa: la de que cada taza de café se sirve en un entorno seguro, preparado y profesional.
Y cuando todo esté en regla, cuando los certificados estén colgados y los sistemas revisados, el resto será puro disfrute: café, conversación y tranquilidad. Porque la verdadera esencia de un negocio bien hecho no es solo el sabor, sino la seguridad que lo sostiene.